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Joaquín Almunia (19 de julio de 2022)

19 juliol 2022

Entrevista a Joaquín Almunia
Joaquín Almunia, diputado (1979-2004), ministro (1982-1991), secretario general del PSOE (1997-2000), comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios (2004-2010) y vicepresidente de la Comisión Europea y comisario europeo de Competencia (2010-2014), responde al cuestionario de Pensament Socialista.

¿Qué define sustantivamente el socialismo democrático? ¿Cuáles son sus valores y propuestas esenciales?

Los rasgos que definen al socialismo democrático hoy son básicamente los mismos que ha mantenido desde su nacimiento en el siglo XIX, aunque su concreción en cada momento ha evolucionado desde entonces, de acuerdo con las transformaciones sociales que muchas veces han sido el fruto de su propia acción política. Esos rasgos se corresponden con su identidad, pero también con su vocación de representar a una amplia mayoría social: la democracia como marco indispensable para la acción política, la defensa de la dignidad de las personas y de unas libertades y derechos individuales en permanente expansión, y la búsqueda de la igualdad y la no discriminación a través de políticas públicas, del diálogo social y de la articulación de la sociedad civil.

Los valores propios del socialismo democrático son la libertad, la igualdad y la solidaridad, y su ambición es que sean asumidos como propios más allá de las fronteras políticas y territoriales, con independencia de los necesarios matices e interpretaciones adecuados a cada momento histórico y a cada situación concreta. Consolidar esa mayoría permite que las conquistas logradas se acaben convirtiendo en irrenunciables, en un proceso que no necesita dibujar una meta final. El socialismo democrático no aspira a vivir en un mundo utópico -por definición irreal e inalcanzable- sino a profundizar sin descanso los derechos y libertades de la gente y el acceso de todos a su disfrute, sin barreras ni límites.

¿Cómo entiende la relación entre marxismo y socialismo? ¿Qué lectura hace de la historia del socialismo?

En el origen del socialismo democrático, en el siglo XIX, las ideas de Carlos Marx y de otros intelectuales estuvieron muy presentes en los partidos y demás organizaciones obreras. A partir de la revolución rusa de 1917 el movimiento se fracturó, y los partidos comunistas asumieron el marxismo-leninismo mientras que el socialismo democrático siguió bajo la influencia de Marx en algunos países, pero no como una doctrina cerrada y excluyente sino como un referente entre otros. Desde el congreso de Bad Godesberg del SPD alemán de 1959 -el partido socialdemócrata más antiguo en cuyos orígenes Marx había participado- la modernización de la socialdemocracia siguió otros derroteros, intentando transformar la realidad con arreglo a los cambios políticos y socioeconómicos habidos y con visión de futuro. El final de la URSS en 1991 marcó, a mi juicio un antes y un después definitivo en ese proceso de renovación.

La historia del socialismo es la historia de esa evolución, pasando de ser un movimiento casi exclusivo de la clase obrera en la sociedad industrial a pretender representar los intereses y las esperanzas de una amplia mayoría social, compuesta básicamente de clases medias como corresponde a la sociedad post-industrial en la que el sector servicios -públicos y privados- predomina ampliamente. Los valores esenciales del socialismo democrático siguen siendo plenamente válidos, pero las políticas públicas y el papel de representación e intermediación de las fuerzas políticas y sociales ha cambiado sustancialmente. De hecho, la mayoría social se muestra cada vez más reacia a confiar de forma permanente en “su partido”, y varía sus preferencias de voto en función de quienes considera más capacitados en cada momento.

¿Cuál ha sido y debería ser el vínculo entre pensamiento y praxis política en el socialismo?

Una ciudadanía informada, con niveles cada vez más elevados de autonomía personal, formación y capacidad crítica, y con unos derechos básicos -educación, sanidad, pensiones, cuidados, …- garantizados en el marco del estado de bienestar, es más exigente con sus representantes políticos y los correspondientes partidos. Recitar declaraciones de principios, redactar programas electorales atractivos o contar con un equipo de asesores de imagen no es suficiente. La confianza se quiebra cada vez que un líder incumple sus promesas, defrauda las esperanzas depositadas en él por sus votantes o traiciona los valores y principios que dice respetar, empezando por su honradez como gestor público.

¿Cuáles son los retos del mundo actual en los que el pensamiento socialista necesita centrar su reflexión y/o actualizar sus postulados?

Los retos a los que nos enfrentamos hoy a escala global son muchos, y de enorme calado y complejidad. Me referiré a dos de ellos, los que considero más relevantes. El cambio climático es a mi juicio el mayor de todos ellos. Combatirlo no solo exige pensar en estrategias y políticas adecuadas, sino preparar las reformas necesarias para poner en marcha mecanismos de gobernanza global mucho más eficaces y contundentes que los actuales, superando los problemas de acción colectiva que hoy padecemos. El futuro de las próximas generaciones se está jugando ya, en función de lo que hagamos quienes ahora tenemos responsabilidades. Si no avanzamos en esa tarea, las desigualdades en el mundo y en cada uno de nuestros países -que son el otro gran reto de cuya evolución va a depender el futuro- seguirán aumentando, con las consecuencias que conocemos y que hay que hacer lo posible por minimizar, y si fuese posible, atajar: hambre, miseria, movimientos migratorios en manos de mafias, etc … Junto al cambio climático y las desigualdades.

Por supuesto, los problemas no se acaban ahí -riesgos geopolíticos, necesidad de corregir las imperfecciones de la economía de mercado, …. pero si hay que definir prioridades, conviene no presentar una lista interminable de ellas. En todo caso, para enfrentar los grandes desafíos de nuestro tiempo, los socialistas tenemos que seguir estando a la cabeza de la lucha en defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades, que atraviesan momentos complicados ante los ataques de los populismos y la fascinación que ejercen las autocracias y sus líderes, sobre parte de los ciudadanos, tanto en las democracias consolidadas como en otras zonas del mundo.

Considera la forma partido como el entorno adecuado para mantener, desarrollar y difundir el pensamiento socialista? ¿Es posible o necesario el pensamiento de partido y la figura del intelectual orgánico?

Los partidos políticos son imprescindibles en una democracia. Garantizan y articulan el pluralismo político, abren cauces para la participación en la vida pública, definen estrategias y políticas públicas y seleccionan a las personas que van a requerir de los votantes la confianza para llevar a cabo esas estrategias y políticas. Nadie puede sustituirlos. Pero me parece evidente que la “forma de los partidos”, su manera de organizar sus actividades y desempeñar sus funciones, tiene mucho que cambiar. Desde el punto de vista del socialismo democrático, ese cambio es si cabe más relevante y necesario que en la derecha, pues para nosotros la actividad política es imprescindible si queremos remover obstáculos, eliminar privilegios y discriminaciones, desarrollar iniciativas públicas, legislar, pensar el futuro, …

En democracia eso exige buscar mayorías parlamentarias, acceder al gobierno y defender, desde la legitimidad que otorgan los votos, el interés general. El éxito depende de muchos factores, uno de los cuales es mantener vivo, dentro del partido y en contacto con la sociedad, el debate de ideas. Definir bien las prioridades, utilizar los instrumentos políticos adecuados -ya sean reformas legislativas, mejoras para aumentar la eficacia de la administración, la evaluación de las políticas ya implementadas, …. Todo ello no puede surgir exclusivamente de los afiliados, aunque hay que procurar utilizar al máximo su capacidad y su experiencia. Los partidos han de buscar el contacto con quienes reflexionan e investigan en el ámbito académico, con el mundo de los “think tanks”, con sectores profesionales, con una amplia gama de intelectuales, …. Las sociedades actuales albergan muchas más ideas y diversidad de opciones de lo que, hace muchos años, podían imaginar los “intelectuales orgánicos” de algunos partidos (casi siempre comunistas, por cierto).

Joaquín Almunia (Bilbao, 17 de junio de 1948). Economista y licenciado en Derecho.

Responsable de economía del gabinete técnico de UGT entre 1976 y 1979, fue posteriormente diputado en el Congreso entre 1979 y 2004 y formó parte de los primeros gobiernos socialistas de Felipe González, primero como Ministro de Trabajo y Seguridad Social (1982-1986) y después como Ministro de Administraciones Territoriales (1986-1991).

En 1997 sucedió a Felipe González como Secretario General del PSOE, cargo que ejerció hasta el año 2000 junto con el de líder de la oposición, y fue candidato ese año a la presidencia del gobierno español en las elecciones generales.

En 2004 da el salto al más alto nivel político de la Unión Europea, primero como Comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios (2004-2010) y luego como Vicepresidente de la Comisión Europea y Comisario europeo de Competencia (2010-2014).