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Leire Pajín (9 de febrero de 2023)

14 febrer 2023

Leire Pajín diputada a las Cortes Generales (legislaturas VII, IX y X), senadora (2009-2011), secretaria de Estado de Cooperación Internacional (2004 – 2008) y ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad (2010-2011), responde a nuestro cuestionario.

¿Qué cree que define sustantivamente el socialismo democrático? ¿Cuáles cree que son sus valores y propuestas esenciales?

Hablar de socialismo democrático es hablar de democracia. Desde esta perspectiva, los valores que acompañan a cada una de estas palabras son inseparables. El socialismo existe como “democracia, como unidad armónica de todas las capas sociales”. Desde el congreso de Fráncfort de 1951, más concretamente, y en general desde nuestros orígenes, los socialistas hemos luchado durante generaciones por las libertades, la igualdad y la solidaridad y porque una vez conseguida la democracia se doten de sistemas garantes y mecanismos para que lleguen a todos los espacios vitales de los ciudadanos y las ciudadanas. Como recuerda un buen amigo y compañero, Esteban Vallejo, “La socialdemocracia es una utopía en marcha. Un movimiento ideológico que engloba política y economía, y pretende modificar la sociedad desde el pensamiento crítico, con la idea de partida de que el mundo, como parte de la Naturaleza, es un escenario no precisamente justo”. Esta corriente de pensamiento será necesaria mientras en la evolución humana se mantengan las estructuras políticas y las relaciones de poder que siguen creando profundas desigualdades. Si tenemos un apellido, ese es IGUALDAD. De esta forma, quienes nos identificamos como socialdemócratas (a diferencia de quienes se sitúan en el pensamiento conservador) combatimos aquellos sistemas que toleran o propician la explotación de unos sobre otros, que coloca la rentabilidad económica como valor supremo, sin tener en cuenta el progreso y bienestar humano y planetario, que ignora las consecuencias del capitalismo salvaje, que desprecia los derechos humanos, y que defiende sistemas de poder de supremacía.

Desde el inconformismo, la socialdemocracia elige reformar y transformar; cree en la necesidad de un Estado fuerte y acepta el marco capitalista, para intervenir en él. Así, nuestros principios son la brújula que ha marcado y puede seguir marcando un futuro diferente al que quiere trazar la oleada neoconservadora y populista que intenta imponerse a todos los niveles, en tanto sean capaces de promover cambios positivos para la vida en el planeta, y no solo para nuestra especie. Son valores que se defienden desde el diálogo o el acuerdo, pero que se rebelan ante interpretaciones basadas en creencias erróneas y en manipulaciones. La empatía con quienes sufren, la lucha contra las desigualdades, el respeto a la democracia, la defensa del conocimiento, la cultura o la ciencia, la sostenibilidad, el feminismo, la independencia de la justicia, o el derecho a saber la verdad, son nuestros principios y valores. El Estado del bienestar es parte fundamental de nuestro patrimonio reciente, especialmente en Europa.

¿Cómo entiende la relación entre marxismo y socialismo? ¿Qué lectura hace de la historia del socialismo?

El socialismo nace en un determinado contexto histórico, pero parte de unos principios universales que siguen estando muy vigentes en un mundo donde las desigualdades siguen creciendo en Europa, y en el resto del planeta.  Desde una mirada histórica, caben diferentes interpretaciones acerca del origen del socialismo democrático actual. El pensamiento conservador se orienta hacia la regresión porque resulta más favorable al mantenimiento de su hegemonía.  Por el contrario, la socialdemocracia está orientada al progreso y al futuro, y, por tanto, a una cierta incertidumbre: ha de estar en una permanente revisión adaptativa, lo que genera lógicamente conflictos internos y diversas interpretaciones externas. Si hacemos una revisión teórica, nos resultaría sencillo encontrar similitudes entre el marxismo teórico, el socialismo utópico, o la socialdemocracia. Incluso con el cristianismo. De hecho, todos esos movimientos contribuyen a estructurar un cuerpo de ideas que permiten una visión de la humanidad desde el amor (cristianismo), desde el análisis de la realidad (marxismo) o desde el compromiso (socialismo democrático).

Seguramente, uno de los méritos de la socialdemocracia en la actualidad ha sido la capacidad de adaptación a los nuevos contextos que se van produciendo en nuestra sociedad. El socialismo democrático se ha ido ampliando, ha sido capaz de integrar premisas de otros pensamientos como el feminismo o el ecologismo, y responder a nuevas demandas que iban surgiendo en la sociedad.

¿Cuál piensa que ha sido y cuál debería de ser el vínculo entre pensamiento y praxis política en el socialismo?

Rescato aquí la idea de que “el socialismo es una utopía en marcha”. Y, como tal, debe apoyarse en compromisos sólidos y continuos. Pero avanzar hacia la consecución de una sociedad cada vez más justa, solidaria especialmente con los más vulnerables, generosa, feminista, igualitaria en oportunidades, democrática, tolerante, etc., es decir, pasar de las ideas a los hechos, no es algo simple y mucho menos en contextos complejos y de múltiples crisis como el que nos ha tocado vivir. La historia demuestra que las crisis generan regresiones sociales, sustentadas en el miedo y en el rechazo a determinadas políticas si no se comprenden. En ellas anidan posiciones populistas y extremistas contrarias a los valores democráticos que, irónicamente, les abre paso en su acceso a las instituciones, aunque pretendan deteriorarlas, y facilitan una oportunista y firme alianza de todos los estamentos conservadores contra los pasos que da el progreso. Son la alianza de los poderes eternamente dominantes que temen la posible pérdida de su estatus de privilegio.

En ese panorama de constante distorsión perceptiva, de desinformación y bulos, la puesta en práctica de las políticas socialdemócratas se complica, hasta el punto de recibir, en ocasiones críticas, incluso desde quienes más se benefician de ellas, percepciones  críticas en muchos casos alimentadas  de falsas creencias y alejadas de datos objetivos.

Uno de los méritos que ha encarnado el socialismo del siglo XXI ha sido precisamente el hacer realidad reivindicaciones de avance. La libertad, la igualdad y la solidaridad han sido la hoja de ruta en el día a día del impulso de las políticas en los gobiernos o en las demandas desde la oposición. Buenos ejemplos son la transformación que ha tenido España desde la transición o la gestión de la pandemia, en la que ha primado la protección de los más vulnerables, muy lejos de lo que defienden tesis conservadoras. El Estado de bienestar como piedra angular de un sistema que no deja a nadie atrás y protege a los más desfavorecidos es un buen ejemplo de ello. La pandemia ha dejado clara la importancia de lo público y la fortaleza del Estado para garantizar la igualdad. Esos son nuestros cimientos.

¿Cuáles son, según su criterio, los retos de nuestro mundo actual en los que el pensamiento socialista necesita centrar sus esfuerzos de reflexión y/o actualizar sus postulados (desigualdades, medio ambiente, migraciones, digitalización, ciencia, globalización, representación social y política, otros)?

El mundo que nos ha tocado vivir es un mundo profundamente complejo. La globalización, que aporta numerosas ventajas y dosis indiscutibles de progreso, nos enfrenta a retos importantes. Al mismo tiempo, las crisis encadenadas que vivimos hoy (conflictos bélicos, cambio climático, seguridad alimentaria, violencia contra las mujeres, desigualdad) requieren de una nueva transición que nos permita garantizar un futuro de progreso que incluya especialmente a los más vulnerables. La transición ecológica y digital, por ejemplo, requiere de una política pública fuerte, valiente e innovadora, capaz de detectar los agujeros de un sistema que pueden dejar a los más desfavorecidos atrás, por lo que debemos construir los instrumentos necesarios para que sea una transición justa. La desigualdad es hoy uno de los principales retos en todo el mundo, también en las sociedades occidentales. Garantizar la igualdad de oportunidades sigue siendo hoy el gran objetivo, utilizando instrumentos de redistribución y predistribución de la riqueza. Resulta intolerable que la riqueza siga concentrada en manos de unos pocos, mientras las brechas de pobreza siguen aumentando. Al mismo tiempo, los populismos, la polarización, y los extremos están poniendo en riesgo la democracia. Esto nos debe hacer ver que la democracia no está garantizada y que debe protegerse con firmeza democrática de forma cotidiana. Combatir la desinformación, y los extremismos debe ser una prioridad para seguir construyendo sociedades democráticas. La lucha contra la desigualdad de género y la violencia política y machista que se ejerce contras las mujeres debe seguir siendo una prioridad absoluta. No hay democracia ni progreso si las mujeres no somos libres, no tenemos las mismas oportunidades, no compartimos el poder, o no estamos representadas como nos corresponde.

Por otra parte, el pensamiento socialista debe conectar con emergentes sociales contemporáneos, ante los que hay que definirse y redefinirse si queremos que nuestras políticas tengan el apoyo de las personas y colectivos que, pese a compartir valores socialdemócratas, están artificialmente persuadidos de no estar representados en las instituciones o por el sistema de partidos.        

En definitiva, como he apuntado anteriormente, la sociedad actual se enfrenta al reto de globalizar derechos y garantizar los derechos humanos en un mundo profundamente interconectado. La socialdemocracia debe hacer frente a estos retos que ya están definidos en las agendas globales. La agenda 2030 y los ODS nos marcan con claridad el camino. Un camino de progreso basado en la sostenibilidad económica, social y ambiental, que tenga en cuenta los límites del planeta y que no deje a nadie atrás. La lucha por la paz y la prevención de conflictos debe ser una de nuestras misiones más claras, en una hoja de ruta en la que el bienestar humano está íntimamente ligado al bienestar del planeta.

Garantizar estos objetivos pasa por políticas públicas decididas, y por enormes dosis de pedagogía que construyan una narrativa capaz de hacer cómplice a la ciudadanía.

¿Considera la forma partido como el entorno adecuado para mantener, desarrollar y difundir el pensamiento socialista? ¿Es posible o necesario el pensamiento de partido y la figura del intelectual orgánico?

En los últimos años hemos asistido a diferentes análisis sobre la idea de que, en el contexto complejo que hoy vivimos, los partidos tradicionales están en crisis y no sirven. También hemos asistido a la misma reflexión respecto a la socialdemocracia. No cabe duda que esto ha venido influido por las consecuencias de la política de austeridad ante la crisis financiera del 2010 y el aumento de la polarización y los populismos en los últimos años. De hecho, constantemente aparecen nuevas organizaciones políticas y movimientos que supuestamente aportan una nueva política (que nunca llega), y que han sido capaces de conectar con una parte de la ciudadanía. La ciudadanía es cada vez más exigente, se enfrenta con incertidumbre a una crisis permanente, y desconfía más de las instituciones, según los últimos estudios. La desinformación y la profunda polarizaron alimentan este contexto, debilitando la democracia y haciendo más complejo el reto de los llamados partidos tradicionales. A pesar de ello, la socialdemocracia y las opciones de progreso han vuelto al gobierno de una buena parte de los países de Europa, EEUU y una parte de América Latina: la pandemia volvió a poner lo público en el centro de las prioridades, así como la protección social y la necesidad de una política fiscal justa. Al mismo tiempo, sirvió para entender la gestión de la misma con mayor inversión social y con la puesta decidida hacia una economía verde y descarbonizada. En ese contexto, la socialdemocracia tiene la oportunidad de conectar con las aspiraciones de bienestar de la mayoría de la sociedad.

Es importante tener presente que, desde siempre, pero especialmente hoy, nuestro cometido se basa no en proponer el mantenimiento del estado de las cosas como han sido siempre, sino en el cambio, en la reforma de lo que detectamos como opuesto a las verdaderas necesidades de una ciudadanía, con cuyo contacto y con cuyas aportaciones hemos llegado a ser el partido antiguo y moderno, sensible y fuerte, ilusionado y realista que somos. Somos el partido más democrático de nuestro país y, cuando se trata de debatir sobre ideas, la militancia siempre enriquece al partido y el partido a la militancia. El pensamiento de partido, más que posible o necesario, es imprescindible.

El PSOE, con sus años de historia, ha demostrado ser un elemento muy útil para la sociedad. Un partido en el que sus miembros han sufrido la clandestinidad, la persecución, la cárcel, la muerte por defender sus ideas y la democracia, y que ha sido capaz de liderar las principales transformaciones y conquistas de derechos de nuestro país. La mejor forma de combatir a quienes quieren desacreditar la política es seguir reivindicando y demostrando más que nunca la utilidad de nuestro partido como un actor determinante de la mano de los agentes sociales, los movimientos sociales y la ciudadanía en el fortalecimiento de los valores democráticos y en el bienestar social en términos de igualdad. 

Leire Pajín (San Sebastián, 16 de septiembre de 1976). Licenciada en Sociología. Diputada socialista al Congreso en tres ocasiones (2000-2004, 2008 y 2011-2012) y senadora (2009-2011), fue secretaria de Estado de Cooperación Internacional entre 2004 y 2008, y nombrada ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, cargo que ejerció en el año final del último mandato de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno.

Entre 2008 y 2010 fue secretaria de Organización del PSOE.

En julio de 2012 dejó la política institucional de primera línea.

Ha ejercido de asesora especial de la Organización Panamericana de la Salud y asesora política del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en la Planificación de la Agenda de Desarrollo post 2015 entre los años 2012 y 2014.

Desde 2014 es directora de Desarrollo Global en el ISGlobal – Instituto de Salud Global de Barcelona, responsabilidad que compagina con la presidencia de la Red Española para el Desarrollo Sostenible.